... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

touché

martes, 5 de octubre de 2021

 

 Ser tocado, a la vez por sí y a la vez por nadie, el arte masturbatoria, el placer lanzado al vacío, la ilusión de lamer y lamer aquello que se encuentra allí, en la pantalla o lejos, en los recuerdos. La distancia de la masturbación y la masturbación que marca la distancia, que la multiplica, que impide todo tacto y contacto, la autosuficiencia sexual espanta a quien depende y desea seguir dependiendo, de quién deba ser a quien necesite para la copulación. La autosuficiencia sexual apesta socialmente, pero practicarla te hace invulnerable hasta a tus propias caricias. Al practicarla deportivamente, o como somnífero necesario, se cumple la idea: nadie jamás te tocará, te estás tocando, nadie te toca. Jamás te importó que te tocaran. Lamer, a veces, lo es todo, es todo el placer que se pueda alcanzar, el suspiro de no lamer, permanecer ahogado en los suspiros por lo que no se lame, se lamió y no se volverá a lamer. La nostalgia, al medio de la noche, en ausencia de toda desesperación, lo invade todo en una insignificancia. En algo completamente nimio, omitible. La memoria se borra, y cada vez más. La masturbación la revive como muerta, masturbación farmacéutica. Toda agonía desaparece con la indolencia, la autosuficiencia ineludible, elegida como un destino inexorable. La masturbación eres tu, te pueden masturbar, sí. Tuviste tus aventuras, sí. Pero nadie te arrebatará los deseos verdaderos, es decir, los deseos que ni siquiera quieres realizar, pero que no, no están aquí, no están en lo que sea que estés. Al modo de la peste de Camus: lo único que importa, es que una vez lo viviste y ahora te puedes acordar de que padeciste el placer. Eres autosuficiente en ese recuerdo, multiplicable y variable. Agotable, pese a todo, no es infinito. Pero permanece contigo, como una marca en tu piel. Preservando algo que no está contigo, y que quizá incluso quisiste que se fuera antes. Quizás deseaste esta autosuficiente soledad, esta memoria perdida en los instantes de erotismo, en el deseo de quien se iba, se refregaba, se plegaba a tu cuerpo, sudaba a la son de tus movimientos, gemía, se abría, se entusiasmaba y sobre todo, te deseaba...


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