... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Autofagia

domingo, 23 de agosto de 2015

 

Sentir los límites del devorar, en las fauces de ese otro que hacen llamar 'yo', en la estupefacción de su sensibilidad reconducida a sí mismo: el devorar al devorar, lo sensible a lo sensible. La estupefacción consiste en un círculo atemático, que hace obliterar el aparecer, como tal, de la cosa: el alimento perece en los límites de la sensibilidad, cuando el devorar mismo se encuentra suspendido. En otras palabras, no hay más alimentación que la que se desdice en el devorar que es afectado por la sensibilidad; la máxima es: a mayor sensibilidad, más imposible la posibilidad de sentir que se siente el sabor, el sentido, el sonido, el poder devorar mismo. La vida en la suspensión de ese devorar se suspende ella misma, y esa suspensión se vuelve horror.
El horror es efecto de la autofagia, en cualquiera de sus formas, y una de las formas de la autofagia es la de no poder devorar, saber los límites del devorar, pues en esa limitación se encuentra la obligación de devorarse a sí mismo, de a poco, el hecho de devorar las propias fauces, los labios, los cartílagos, los confines de los dedos, de los pies, todos los restos de lo que se hace llamar 'uno mismo'. La hambruna desesperada hace evidente la infinitamente imposible 'dignidad humana', aquella es un mito afirmado por hipócritas que se sientan a pensar en la unidad cosmopolita sin pensar sus feroces consecuencias: la expansión de la humanidad, como la de cualquier especie, implica hambre; aún más, la pretensión cosmopolita lleva a la humanidad a crecer en número, por tanto crezca en libertades, y todas las libertades conllevan al sacrificio de otros, y con ello, con la muerte de los otros, la absolución de la propia comunidad viene de la ausencia de los enemigos. Curiosamente, debe coexistir la enemistad y la hostilidad a un determinado enemigo, para que la comunidad pueda seguir viviendo, pero aún mas- y he aquí la paradoja-, ese enemigo no puede desaparecer, o al menos, si desaparece el enemigo, no puede desaparecer la hostilidad misma, y esa hostilidad es tal, que debe conllevar a la determinación de un enemigo. La hambruna, los límites del devorar y la autofagia llevan su posibilidad en una comunidad con enemigos, pero a la vez, si estos enemigos no existen, y no existe la hostilidad, la hospitalidad es capaz de destruirse a sí misma y llevar consigo a que la hambruna y la autofagia sea la única realidad existente.

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