... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Una vida desnuda interrumpida. Verdades Nocturnas

domingo, 28 de diciembre de 2014

Plantear una verdad nocturna, habla ya siempre de algo que no se deja acontecer. Aquello, que aún aconteciendo, que aún irrumpiendo el curso de lo diurno, del orden, de lo 'decible', más que hacerse meramente indecible, se resiste a volverse un acontecimiento, pues siempre detrás de la noche hay resabios de lo irrealizado, de lo que no logra tener lugar, del tiempo que falta, de la predominancia de 'lo que resta', por sobre 'lo que hay'. Así, en medio de una noche, aconteció que fui tomado por el deseo de otra... sin embargo, este deseo jamás fue otorgado, jamás logró a ser. Todo lo que permitía el contexto, todo lo que hacía el contexto era tensionado entre un resistirse tanto al acontecimiento de un amor nocturno, pero también, de la no realización de un amor nocturno. La noche misma, como contexto de lo imposible, fue lo único que se dejó acontecer. La imposibilidad tanto de huir, como de quedarse allí, sumados a la de al menos dudar qué hacer o qué ocurrirá. La noche misma, como momento de lo imposible deja al acontecimiento vivir. No es que no pase nada, que nada ocurra; a la vez, tampoco es que haya irrumpido el completo orden de las cosas una noche como esa, tan sólo ni se deja ocurrir, ni permanece inoperante: la verdad nocturna es entonces una potencia operante. Ni se deja ver en la actualidad, ni tampoco deja de ser por lo que resta de desarrollo e interrupción de la vida (y de las otras interrupciones).
La interrupción de la interrupción es la verdad nocturna, que ni muestra ocultándose, ni se oculta mostrándose: permanece operando desde un interior desdicho, desde un interior que no es interior, desde un interior que en tensión con lo externo, ni se vuelve completamente ante él, ni se vuelve sobre sí mismo: la totalidad de la experiencia nocturna refiere a la sustancialidad de lo diferente, de lo que no puede ni ser sustancia, ni dejar de permanecer dentro de la realidad nocturna. La realización de esa realidad, el movimiento de desenvolvimiento que está por venir de esa materia de interrupciones, de esa negatividad impura, es el cómo, la venida, nunca presente de la verdad nocturna.
Si algo hay dentro de la impura vida de lo múltiple y de lo diverso, es la disolución constante que vive desde la experiencia de lo nocturno: cada palabra se vuelven sonidos inarticulados, discontinuidades ebrias, eróticas constancias de lo que resiste la palabra. La expresión de la verdad nocturna, en su pura vivencia, es la interrupción de una interrupción de la interrupción. La verdad nocturna se deja interrumpir hasta el infinito: la conversación jamás puede finalizar, los remitentes de cada signo intercambian posiciones, énfasis, afectos: puedes decir dos veces lo mismo y dices algo diferente. Esto, sin un 'querer decir': las intenciones en lo más portentoso de la noche, no existen: ni por impulso, ni sin impulso, ni con impulso, ni con razón, ni sin razón, ni por razón, ni con disposición, ni sin disposición, ni por disposición, ni conscientemente, ni inconscientemente: la interrupción reverberante e indefinida de la noche no permiten categoría que no se desdiga, no dicen nada que no pueda desdecirse, pero que a la vez, no da posibilidad de retroceso: lo que sucede de noche, siendo diferente de lo que sucede de día, por el día permanece en los sentidos. No sucede nada, en realidad, más que esa interrupción.
Hay una cierta inocencia en la noche, y es esa misma inocencia la que aflora el sentimiento más doloroso de la culpa: somos culpables de, siendo inocentes, achacarnos las culpas. Somos inocentes de, siendo culpables, vivir una inocencia. Una vida desnuda, sin forma, negativa, operante, alterada, recorre la noche, ni somos víctimas de esa vida desnuda, pero tampoco dejamos de dejar que esa vida desnuda nos ataque.

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