... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

(Una) experiencia de lo nocturno com-partida

martes, 5 de noviembre de 2013

La semana pasada, mantuve una conversación en el uno a uno, con una mujer, durante si no toda, gran parte de la noche. Lo que ocurría, a mediados y también en el desarrollo mismo de la mediación de lo nocturno era el desentrañamiento de las trancas. Finalmente, todo lo que podíamos saber, todo lo que podíamos hablar, todo lo que podíamos entrañar eran tan sólo los límites de nuestras propias experiencias, que a la vez, son experiencias nocturnas. Como la tranca, el trauma, el silencio, el tema del que no se quiere hablar, aflora naturalmente en lo nocturno es algo casi esplendoroso... pero cuánto más esplendece, más se oscurece el transcurso mismo de la noche en su patetismo silente, nunca trágico, nunca consumado, sino que siempre a la espera, siempre a medio aflorar, a medio hablar, a medio palabrear, sin jamás terminar de ser explorado, sólo esbozado en sus límites, en sus formas, en su superficie. Lo profundo de eso nocturno no podía, no debía ser explorado, era tan sólo mencionado, señalado a rastras de la voz, rápidamente evadido... y con ello su presencia era agotadoramente absoluta, casi totalizante, la noche, lo nocturno así vivido en los límites del trauma, era también la muestra del permanente flujo de las yagas que siguen abiertas, y que viven infectadas... porque no pueden ser mencionadas, ni muy exploradas. No hay mucho que decir sobre el trauma, sobre la tranca. Más bien, el problema es la imposibilidad de pronunciarse al respecto, de ahondar mucho en la cuestión misma allí intrincada...
Y esa experiencia dual, compartida, es también una experiencia a medio constituida, le falta cohesión, le falta profundidad, contenido, siempre se queda uno con el nombre, con el límite de la mención, jamás con el ser mismo de lo evadido, de lo ahí trancado, porque lo que allí aparece, es el desaparecer mismo de un tema, por su sola mención, es el momento en el que la vida arremete en contra de sí misma para su propia conservación y hace que de aquello que posee una profundidad abismal, y que por esa profundidad misma, no pueda ser aprehendida, ni explorada con ausencia de violencia, en los límites de una noche... es por eso mismo, que pasa desde esa sustancia, lo real de lo real, el trauma mismo, lo vuelve mero fragmento, negación, nombre vacío, ya no la nada del misterio, la nada de la prohibición radical, del límite a quien pueda explorar en los abismos profundos de ese yo. 

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