Como si más allá de todas las palabras existiera algo más, que no sean las palabras mismas, los significados, los giros, los gestos que contienen, las formas que surcan. La palabra es un aliciente de la existencia, es una forma de sostener la nada misma de quien vive, de quién experimenta en la carne la degradación obvia y permanente del tiempo. La palabra es una forma de salvación ante el silencioso y lento pasar del tiempo, es una forma sagrada de escapar de aquello que no podemos retener con la acción y que aun así, buscamos retener, surcar en un papel, en un teclado. La palabra es una forma de fijación de lo efímero, por lo que se hace un instrumento del olvido: escribimos lo que sentimos para poder olvidarlo y poder sentir otra cosa, sólo la lectura podría atraer cierto recuerdo. La palabra escrita es invasiva, lucha por controlar la totalidad de aquel instante en el que se escribe, absorverlo hasta lo más último, de forma que ese alivio que se siente después de escribir nos engañe, nos haga sentir que hemos dejado de vivir aquello vivido, por un instante, que esa vivencia está plasmada en una palabra, que está fijada, que está fuera de nosotros. Pero lo que se hace, en el instante del estar escribiendo, es reavivar más ese instante vivido, se busca el significado, mientras se le escribe, describe. El estar escribiendo en un instante vivenciado es el hacer los surcos, por una parte en el papel o en el teclado, mientras que por otra, es hacer los surcos en el propio yo, en la identidad, en el fragmento que llamamos nosotros mismos, yo, mi, etc.
Escribir es una técnica ambigua, compuesta de recuerdo y olvido, de pereza y de astucia a la vez, donde el sentir interno es a la vez engañado y comprendido: el escribir hace pensar que pasó lo que no pasó, lo que transcurre, y a la vez, al escribirlo lo comprende, lo profundiza, lo enraiza, lo aprehende.
... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado
extínguete...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...
jueves, 31 de octubre de 2013
Lo lamenta:
ira de Tifón
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23:49
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