... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Identidad

jueves, 1 de agosto de 2013

 

De pronto, por la noche, noté que no podía dormirme. No podía dormirme así, sin más. A decir verdad, ahora me es extraño. Se supone que las cosas han cambiado... que esa ansiedad por la monstruosidad de mi pasado se ha atenuado, o al menos eso dice mi última experiencia de cercanía, de enfrentamiento con aquello que me hacía permanecer en un sueño despierto... aquél rastrojo de mi pasado.
Sí, me sentí triunfante, sentí que ponía un pie sobre mi pasado y me alzaba hacia un nuevo sol. La verdad es que me convencí bastante de la idea... pero aun así no he dejado de darle vueltas al asunto, esas vueltas me han hecho chocar con dudas que estaban ausentes, y esas dudas, ahora ya presentes, me hacen atenuar mi sentimiento de triunfo, me hacen detenerme, esperar. No sé qué pueda pasar, pero he tenido mucho silencio, no he tenido cómo surcar la profundidad de los múltiples abismos de mis recientes experiencias de mí mismo. Me he logrado aterrorizar de mi propia identidad, ya que no logro decir: "estoy en momento equis de mi vida", cuando de pronto, al decirlo, al redundarlo con el pensamiento, al explorarlo capciosamente con mi pensamiento, lo que hago es terminar alejándome de lo que creía estable, creo más devenires, más vaguedades...
Y es que en realidad no debe haber más que esas vaguedades, esas identidades difusas, que se resisten a la descripción, a la definición, a la estabilidad. Es que al pretender afirmar un momento de mi vida, ya lo vuelvo a pensar de otra manera, lo re-pienso, lo recuerdo, lo desgasto.
No he sido fiel a mi vocación por la escritura del momento. La escritura es un surco, es una forma de fijar aquello efímero que se me escapa cuando no lo digo, cuando sólo lo dudo en mis adentros, en el habitáculo retorcido de mi mente, cuando viajo. Quiero tener algo de mí, quiero atesorar algo de mí, tener algo. Pero no tengo nada más que mi propio cambio, no tengo nada más que el saber de que cuando afirmo ser alguien, ese alguien desaparece rápidamente ante mis ojos y creo tener a otro yo ante mis ojos. No logro afirmarme en quién soy. No hay un alguien que yo sea realmente. Soy tan sólo mi cambio, mi devenir, mi orgullo en devenir, mi miseria en devenir, mi ignorancia y mi sabiduría en el transcurso del tiempo.
A veces parece ser mejor así, puede inspirar tranquilidad que no hay nada fijo, que tu identidad no corre riesgos, porque no hay amenaza posible sobre algo que logra vivir en unidad con su tiempo... pero a la vez, desespera el no tener algo a qué aferrarse y señalar, y sentir que es lo propio. Ese afán de propiedad, tan infantil, que podemos sentir de vez en cuando, pero que tampoco se merece mucha importancia.
A decir verdad, a esta hora, tampoco muchas cosas tienen mucha importancia. Pero sí se puede atisbar algo del terror de no saber quién es el que soy, porque no sé tampoco cuáles son mis límites, ni mi final, ni mi principio. ¿Dónde empieza eso que llamo yo?
¿Dónde termina eso que llamo yo?

0 lanza en mi costado: