... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Lo nocturno, lo único y la deshonra

sábado, 11 de mayo de 2013

La oscuridad de la noche se va disipando, se asomará el amanecer luego, pero con la noche, la idea de la deshonra torna nueva vida y aparece como una verdad ahí presente, la noche en su velo cubre cierta parte de la verdad y nos muestra su verdad propia; el pensamiento cambia de forma, se vuelve nocturno, transeúnte, retorcido, se vuelve en contra del que lo emite. Pensar contra sí mismo... decían que era el arte de Cioran y Nietzsche. Pensar lo nocturno, más que eso, es pensar desde un yo que se ausenta en el día, pero que a ciertas horas, se vuelve ineludible. No es que haya dos yo's, uno verdadero y uno falso, sino que se trata de que uno corresponde al ser nocturno y al ser de día. Ser de día no es el tema. El vivir nocturno es la forma de ser que difiere de sí misma. No se encuentra en el ser consigo mismo, se encuentra un ser que se enajena de su naturaleza, que se vuelve contra sí mismo, pero ya sin un 'sí-mismo' al que oponerse. En la noche ese yo que vive de día desaparece, el único yo al que nos referimos normalmente. De noche cada yo es otro, cuando tiritan las manos, la boca, los pies, ya sea por el frío, o en verano a pleno horror y miseria.
El dominio del propio pensar se vuelve contra uno mismo, y el pensar se vuelve nocturno, el sentir, el moverse, todo. El ser nocturno, tan distinto y distante (mucho más aun, distante que distinto) se desenvuelve en el lugar propio del silencio, del tiempo en suspenso, el tiempo que no se planifica, que no se tiene en cuenta de día, que no se debe hacer rutina. La rutina, no forma parte de la noche desesperada. Todo se vuelve anormal, cada tic tac del reloj amenaza con acuchillarte el alma y cada paso en la lejanía es un presagio de aniquilación.
Y sí, en la noche, la deshonra tiene una vivacía, una vitalidad que no puede francar de forma alguna la dulzura serena del día. Por ello es tan necesario dormir a estas horas, para poder evadir esos momentos de deshonra que se prolongan desde su emisión, hasta el volver a temblar del cuerpo en una noche de soledad y de silencio. No hay muchas formas de no estar solo de noche, quizá solo una forma de compañía... y quién no goza de ella, sufre hasta más no poder... la deshonra se vuelve su perspectiva de mundo y la soledad su estandarte teórico. Si de noche sientes odio, no puedes golpear las paredes, si sientes deseos de gritar, no puedes salir y hacerlo, si quieres extinguirte... en cualquiera de sus formas, eres bienvenido. La aniquilación que ocurre en la vida de noche, es la forma del paso del tiempo. Cada momento de noche es la aniquilación de ese momento ante el sol, ante la luz y ante el ser-de-día. Lo que vemos como existir, en definitiva, es pensado y sentido de día, ante el sol. Lo que sentimos los que vivimos de noche tambien, es otra cosa, porque es otra realidad. No es la luna o el sol, es la propiedad de la luz y la poco amigable oscuridad las que hacen la diferencia. Tiñen los sentidos a su modo esas dos situaciones. De día... De noche, lo frío, lo silencioso, lo callado, lo oculto, lo placentero, lo culpable y lo lamentable cobran una potencia magnífica. De día su realidad es más parcial, casi relativizable mediante cualquier pequeño argumento... pero de noche no: lo frío, el silencio, la soledad, lo oculto, el placer, la culpa y el lamento tienen una realidad absoluta, inenarrable, ineludible e inexorable. Porque no hay escapatoria, la noche cierra el paso a la realidad absoluta de las otras afecciones. La ontología nocturna es distinta de toda otra ontología propuesta, cosa que es difícil de expresar filosóficamente.
Comprender lo nocturno es comprender esa forma de vida que simplemente se ha tomado como una extensión de la vida de lo común, de lo rutinario. En la noche surge lo único, gracias a la soledad natural. Y pasa ahora, que en mi, lo único es la deshonra y no puedo pararla, ni narrarla, la palabra no la alcanza, pero su conciencia escrita la surca, le hace un contorno, la descubre al modo en que puede hacerlo. Descubrir el núcleo de la vivencia nocturna es la tarea de aquel que busca el descubrimiento de lo nocturno...

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