... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Espanto

miércoles, 15 de mayo de 2013

La imagen sola, es capaz de decir mayor número de cosas que cualquier palabra. Realmente, con una imagen vívida, ineludible y sin segundas lecturas se puede lograr un espanto tan exaservante, o una tranquilidad profunda, sin intermediario alguno. El miedo, como es el sentimiento primario, no se explica por otras sensaciones: el miedo, como miedo no viene de otra cosa, es simple, unitario, absoluto. La imagen o la imaginación atemoriza por sí sola y el cuerpo se debilita, se vuelve exhausto, hacia su propio capullo, dormita, se rinde. Rendirse, totalmente, por el miedo, volverse una bolita, por el sentimiento de lo inmenso, de lo impávido, de lo repugnante y a la vez sublime. Es sublime la ironía que tiende La Araña en los hilos del destino. Tanto así, que espanta, que repugna, que desesperas por huir, por jamás haber sido digno de tal revelación; rápidamente surge el principio de evasión: o la negación de que lo sucedido es tal, o el autoengaño de que lo que sucede no es tan grande. Una visión adecuada del fenómeno que espanta es imposible. Antes de la claridad y lucidez de ese espanto, mi alma vivía dividida, en sensaciones ambigüas, poco claras, leves en apariencia y amenazantes, en realidad. Pero lo que era fantasmal se volvió un ente de concreto, de dureza infinita e infranqueable. La mirada no puede ya mirar más allá, sólo tiene el acontecimiento vivo en frente suyo... y siente la pesadez en el cuerpo por la rendición. Rendirse, cuando todo está perdido, está de más. Ya todo estaba perdido, la ola te arrasará de todas formas... y así es como cae el alma una, a un solo abismo, así es como la paradoja vuelve su sonrisa hacia mí y me enrostra la realidad una vez más. Siempre tuve esperanzas... por eso fue que sufrí titánicamente... y el alma no se repara, y no se reparará en más tiempo... pero... la espera ya no desespera

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