... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

El llanto

martes, 6 de noviembre de 2012

 

El llanto desconsolado, el grito siniestro lleno de fervor religioso del por qué a mí. Es como si no mereciera que me pasara lo peor, como si esto lo pudiera merecer otro. Es un llanto de envidia... Aunque, en realidad, no envidio a nadie, ni existo yo, ni existen otros, sólo existe el llanto desconsolado, la pesadumbre del alma, las manos que tiritan, el pecho que se renuncia a respirar y el asco para la vida. Vivir con ese asco a la vida, del que antes tenía tanto y ahora debo reanudar, lo sume todo en una nube mágica de olvido. Puedes soñar tu propio presente... y vivirlo como una nada, nunca aferrarte a él, desperdiciar todas las gotas de tu vida asquerosa de tu podrida apariencia humana, llorar la sangre por las venas y escupir la amargura por los labios. Tus labios secos te reclaman ser, te reclaman escapar, abrirte a todo aquello a lo que te cerró la obnubilada mirada amorosa que te hace abandonar el ser en la lágrima.
Todo lo líquido se disuelve en la cama, desde la fertilidad errabunda sin sujeto, hasta las lágrimas desesperadas de un llanto agónico... La desesperanza se hace una con el grito y brota un mar de muerte, de asco, de ansiedad, de angustia, donde hay de todo, excepto la bendita soledad... sólo hay un vulgar solipsismo abstruso, que te ayuda a precaverte de la traición que lleva toda palabra. La verdad es que no hay nada que decir, no hay nada que agregar, no hay agregados posibles. Más vale empecinarse en la propia muerte, dentro de un proceso... en una muerte necesaria para renacer, para lograr volver, volverse a la vida, volver a darle cara a la muerte. La muerte está pre-sente. No es enemiga, porque ella te acoge en sus brazos... y puedes morir de tus llantos desesperados...

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