... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Deseo y Vergüenza

miércoles, 4 de julio de 2012

 

Ese insano deseo que no quieres pedir, que prefieres ocultar, que te avergüenza, que te hace sentir sucio que te hace despedirlo todo a miles de partes, que te hace pensar que un ascetismo absoluto o una castración, o directamente un lento y duro suicidio podría remediar tu situación de sufrimiento, de espera, de llanto, de halarido perdido, de gritos llenos de tu propia putrefacción, de un acidal eterno, una amargura con la que tu mismo no puedes, que te superó... una amargura de la que no puedes estar orgulloso, que es una frustración aguda e ineludible, un sucio abismo, un oscuro fragmento de tu pérdida y de tu caída a un asqueroso charco repleto de un sufrimiento agudo sin fin.
Cada instante experimentas ese deseo en paralelo en que tu frustración se engrandece, tu pudor baja, tu orgullo ya no existe, tu sensatez se va con él, tu rabia hacia ti mismo amenaza con imponérsete y hacerte caer... Cuántos perdones rechazaría en este momento, de cuántas incomprensiones sería capaz, por todo el anhelo desesperado que me inunda y que no se repleta por ninguna parte; sino que por el contrario, se acentúa, se agranda, se acrecenta, se envilece, se vuelve más profundo, más desgarrador, más fuerte, más penetrante y amenaza con no dejar nada bueno de ti, ni siquiera en tu propio cadáver...
¡Cuánto deseo hace a un infeliz, un infeliz! ¡Cuánta mierda, cuánta espera, cuánta esperanza y su tormento, cuánta pobredumbre y podredumbre! ¡Cuánta vergüenza el sentirlo, y cuánto descaro el admitirlo!
Un deseo de vida, por el que darías la vida misma; un deseo de fuerza por el que te debilitas de una forma vil y baja. Es una avergonzante contradicción, un anatema, una maldición. Sientes por dentro que no puedes más, se acrecenta y te absorve, ya no tienes más intimidad que ese deseo, no tienes más ser que no sea sólo aparecer excepto ese ser que te serea por dentro, no tienes más para ocultar ahora, que esto, siento lo plena y absolutamente ocultable, lo vergonzoso por autonomasia, ese deseo que no se cumple y por el que actuarías bajamente, por el que rebajarías tu condición y venderías tu orgullo.
Y es que, no puedes en este fuero infinito de deseo arrancar, huir de tu propio deseo, ni puedes evadirlo, ni postergarlo, ni pedirlo, ni mantenerte tranquilo, ni correr a lanzarte por donde fuera... porque este deseo te averguenza y por más que temas, no puedes huirle, ni dejar de sentirlo, y ya lo has sentido en silencio y soledad lo suficiente.
Qué asqueroso es sentir todo esto, vivir evadiéndolo para bien, pero sin nunca dejar de sentirlo: toda esta frustración, esta vileza, estos sentimientos podridos, esta perdición, esta herradumbre, esta angustia estúpida, el sentimiento de vacío...

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