... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

apología del delirio

jueves, 8 de diciembre de 2011

Llevar el cauce a su límite, hasta la extralimitación. Pero una extralimitación y un delirio es respecto de un límite. Cuando el límite pre-transgredido desaparece, desaparece con él, también, el delirio.
Delirium, ese salir del cause, se usaba para hablar de la semilla que no caía a la hendidura, una semilla que caía fuera de los márgenes de su prosperidad y su crecimiento. El delirio no puede ser algo en sí mismo, no puede constituirse sin la limitación, sin el desacercamiento de esa cercanía originaria al surco de la tierra al que la semilla es intencional, al que la semilla tiende.
Por ello, el delirio solo puede existir en la extralimitación que habita más allá de los márgenes, o incluso en los márgenes de su limitación. En el delirio encontramos una bella forma de la transgresión, del sentirse 'fuera de' aquello limitado. El hecho del delirio, su acontecer, es propiamente tal infinito e indeterminado, habitando en los márgenes y más allá de ellos, va desde lo establecido y establecible... hasta más allá de ello, el delirio es la forma de ser infinita, extralimitada del acto.
Restringirse sólo al mundo de los actos, sin jamás establecer el mundo de la acción, el delirio que subyace en una cama pegajosa de sudor de enfermo, puede ser la liberación álgida del reaccionario, su éxtasis fundamental, su perpetración en el fondo de su alma, su modo de presencia que debe seguir y extender, hasta más acá de los límites de la locura.

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