... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

La gravedad de lo neutro o la cucaracha-lispector

miércoles, 8 de diciembre de 2021

 

 Clarice con su escritura hace vivencia de lo neutro. No tan solo un efecto de legibilidad, es también la lectura/escritura que compone cualquier texto de Lispector: la sobre-escritura necesaria para cualquier lectura, sobre todo de su texto. G. H. es capaz de experimentar las múltiples capaz de lo neutro, tanto en sus intensidades, sus estallidos mudos, su pavor, sus alegrías desesperanzadas, todo en la desorganización de una cucaracha agonizante y expectante. Es neutro el fuego, es neutra la capacidad de un organismo más grande de cortar, diseccionar o de ver morir a uno más pequeño, es neutra también la tan sola posibilidad de morir producto de un desastre o de un accidente. Incluso del aperitivo natural de otro ser. Lo vivo tiene un peso de infierno, pero sus fuegos, sin embargo, permanecen siendo neutros. De movimientos ínfimos, milimétricos. Quizá ese milimétrico, esa intensidad minúscula que es la neutralidad, ese desprecio por el absoluto que clama toda vida, esa incapacidad de trascendencia que expresa en su forma una inmunda cucaracha primigenia, madre de todas las cosas, visora de todo, que nos contempla a nosotros pasar intrascendentes, incluso ante su propio no existir más. La cucaracha-madre, la cucaracha-anciana, la cucaracha-anciana, la cucaracha-dios, la cucaracha-cristo, la cucaracha-pasión, el imperceptible paso de la vida a la muerte en la insipidez del pus, del cuerpo partido en dos, de las partes disgregadas, de una interioridad desprovista de órganos, porque esa neutralidad es el CsO, es la escritura penetrante, en tanto que neutra, en tanto que ínfima, en la organización de la vida, desestabilizando sus ilusiones más viscerales: la de los sentimientos, la de los sentidos, la del pensamiento, de toda concentración, de toda atención, el mundo es la serie de lo ínfimo, impacientemente abrazando su propia desorganización con tan difíciles alegrías. La muerte, ya con ninguna pesantez, ni con deseo ni con repudio, sino con el automatismo del nanoengranaje, del movimiento dentro del movimiento, al interior de toda vida, ni máquina, ni planta, ni fungi. Lo ínfimo, lo inane, lo intrascendente es la vida misma, el mecanismo ni del todo profundo, ni del todo superficial que hace de lo moviente una cosa. Lispector, en su escritura, derrama lágrimas y alegrías, como partes de una cosa, que no es un todo, que es la confusión y el divagamiento de las propias sensaciones. Seguir la serie de estas intensidades, descubren la ineludible neutralidad y la inmundicie de toda intensidad. No es la moderación, es el aullido de todas las sensaciones en una sordera ininteligible, ante la cual solo se puede abrir paso la propia inmiscusión. La cucaracha-G. H., cucaracha-lispector (sí, con minúscula) sin ninguna intensión de mostrar nada, ni de revelar ninguna 'idea', recorren la neutralidad improbable de la vida misma, más allá de toda insensibilidad, más allá de toda muerte, el sumo peso, la gravedad implacable de

0 lanza en mi costado: