Estar por el suelo roza. Arrastrarse como larva, caminar a rastras, cantar elegías, dormir a momentos, a momentos no dormir. A dolerse del alma una y mil veces, cantar una canción mientras se te va el aliento y esperar una respuesta que no sabes que quieres. Cuentas los minutos, proyectas los próximos intentos de nada, de nada proyectas los intentos, intentas proyectos de nada. De nada. De nada te arrastras, por proyectos de nada. La nada que no es algo. Que es ella misma, la nada, una nada. Una nada que nadea. No sé si en el sentido de algo que vacía, una nada que va referida a algo lleno, una nada que no es nada, para sí misma, sino que la nada, como nada sería algo para un objeto: un acto de vacíamiento. Nada no como objeto, ni como algo no-objetual referenciable a un objeto, nada como nada misma. Si siendo algo, se va a la nada como nada misma, no es que la nada te haya hecho algo, sino que tu algo mismo, tu condición óntica de ser algo (quizá sea también una categoría axiológica: la de valer algo...) es la que se arrastra hacia una nada. No es que la nada se refiera a ti, sino que tu te refieres a la nada. No para llenarla, sino para hacerte con su condición de ser la nada, o sea, de nadear. Arrastrarse es nadear. La ontificación de la existencia misma, ruega muchas veces por una nada que la termine, que la corone, que la destruya, que la reviva, que la torture... en fin. La nada.
Cuando la existencia misma se disuelve en una nada de aquellas. La existencia misma, deja de existir. Se cierra, pierde su ek de la existencia, se pierde hacia adentro. Esa es la nada, lo que habita en el adentro, en el cerrado, la nada es lo que nunca sale de la cabeza, lo que siempre queremos expresar, lo que es no-algo, que aparentemente está lleno, pero es nada. Nada. La nada, esa condición de toda expresión y de la expresabilidad de todo. De esas nadas, está la que tranquiliza y la que desespera. La que tranquiliza es la nada que se cubre con algo, el caso más típico es el del engreído que busca darle un sentido distinto a un sinfín de actividades, palabras, cosas, buscando a través de ella, no su significado, sino la referencia que tiene a esa interioridad cerrada e inexpresable que se hace llamar lo único, lo que vale, lo que importa, lo que es realmente, lo que a pesar de ocultarse está ahí. Estupidez semejante que a través de algo que no se puede expresar, pero que se supone que 'está' es algo. No es algo, es nada. No hay nada interior inexpresable que haga cambiar esa cosa, como cosa; sino el desconocimiento que detrás de esa máscara de sentido no hay algo, y por ello nunca sacamos esa máscara.
La máscara que está delante de esa nada, pretende ser el manifiesto que detrás de ella hay una pieza que esconde el sentido de todo, incluyendo el de la misma máscara. Esa ilusión prejuiciosa desaparece, cuando sabemos atender a la realidad misma de la máscara.
... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado
extínguete...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...
miércoles, 9 de enero de 2013
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