Cuánto es que hay que amar, para poder tener esas soledades indefinidas, de día y sobre todo, de noche, en que sólo te encuentras con los fantasmas de tu pasado. Cuánto quieres seguir amando, como para que cada vez, ames menos, cada vez el fantasma es más tenue, cada vez el recuerdo es más banal, cada vez la memoria es más estúpida... con cada vez que se lanza todo el amor hacia la nada. Con esa mujer, a la que amas, como mujer, en cuanto mujer, porque es mujer, porque no hay en esa mujer, otra cosa, que su femeneidad, su sentimiento materno, su afectividad completamente disociada de su intelecto, su tambalear inconstante ante una memoria que sobreactúa para ganar más patetismo y lograr más compasión... porque es eso, una afectividad infinita, desbordante, claramente... lo propiamente digno de amor, para un absorv-ente como yo. Soy un ávido buscador de ese recuerdo del Eterno Femenino... y el Eterno Femenino se ha ido otra vez y la veo huyente, desesperada, tambaleante, impasible, con horror, y a veces también con una calma cínica... era de esperarse... dentro de todo, amo esta huida...
Adoro pensar en lo que gatilló todo esto: un sufrimiento inasible, una carga insoportable, una furibunda búsqueda por lo indeterminado...sobre todo esto, esa búsqueda de lo indeterminado, de lo que no se sabe qué es, pero que se le quiere, se le quiere ahora, porque querer (se cree cuando se tambalea) es lo único que te puede sacar de tu tambalear. Lo que puedo reprochar, es esa falta de resignación, esa esperanza estúpida que aun habita en alguien así... la estúpida esperanza de que puede encontrar lo que quiere... ¡si no sabe lo que quiere! ¡Busca lo indeterminado, busca aquello que no conoce, aquello que no sabe si es lo que le satisface... pero lo quiere, de todas maneras! No, no hay satisfacción, nunca. Ni aun si se tiene lo que se quiere, porque se busca lo indeterminado... y se busca lo indeterminado... ¡porque aun hay estúpidas esperanzas! Con una cuota de resignación, todo hubiera marchado adelante. Con esa consciencia de hastío, con ese deseo de nada, con una pasividad real... y no real, pero no ideal. Una pasividad concreta, en un alma inquieta y en una boca llena de promesas, no puede ser una pasividad honesta, esa deshonestidad, esa falta de tedio, esa poca consciencia de resignación... eso, es lo que llevó todos los proyectos de una vida, a la muerte. Lamentablemente, sé que hice las cosas mejor de lo que las debí haber hecho. Sé que me esforcé y dí más de lo que debí haber dado... y es porque tampoco he superado nada: me quedé con la carga anterior de nunca haber hecho nada... y toda esa frustración se volvió un quijotesco deseo de heroísmo, que me luego de decaer (por la falta de sentido) se volvió una baja cobranza hasta el infinito: quería que me dieran al menos el 0,5% de lo que yo había dado, y no lo tuve. Viví una relación, yo solo. Una relación con un fantasma inmóvil, qué ridículo... no tuvo que irse, para que ya fuera fantasmas... ¡cuántas veces ella era sólo memoria cuando se suponía que estábamos juntos... porque jamás me acompañó! Y no tengo como reprocharlo, ni por qué reprocharlo, porque no me interesa... ni siquiera tengo esperanza de ser comprendido por alguien que sólo piensa en sí misma... ¡porque tampoco puede pensar en otra persona! ¡Si no te escuchas a ti mismo ¿Cómo puedes escuchar a otra persona?!
Las barreras son infinitas... por eso, en el fondo... está la tranquilidad, de que en realidad, las cosas no pudieron ser mejores, de que sabía en qué me había metido, de que sabía que iba a perderme... de que fue un salto al vacío... y sí, fue un abismo, me dí a la nada, por la nada, para nada. Tampoco quiero darme a otra persona, tampoco creo que haya alguien que signifique algo para mí, excepto ella... ese Eterno Femenino está tan extinto en este estúpido tiempo... todas las mujeres ahora son a medias, desde que trabajan, votan y usan pantalones que a pesar de seguir siendo pura afectividad sin intelecto, suelen mezclarse con un orgullo y una frialdad tan asquerosos, que no son dignos de nada. Realmente, lo que más vale es vengarse... saber que en adelante no hay más que útiles... así de (in)útil que fui yo...debería saber utilizar, debería dejar de entregarme, debería dejar de ser el amante...debería saber que lo que realmente urge y se necesita es el sexo y que la compañía, el cariño y la dedicación (sí, esas estupideces que busqué en vano) realmente dan lo mismo...
¡Pero qué! Si los de mi especie son eso: demandantes de afectividad, gente que se muere porque la quieran por lo que son... ¡y lo harían todo por eso! Está la miseria, está esa marca, esa necesidad estúpida, aquí, conmigo, integrándome, absorviéndome, destruyéndome el alma...
¡Por qué admití que me sacaran de mi nada! ¡De mi amada nada! Mi nada en la que ardí a fuego lento, hasta formarme, hasta crecer, hasta volverme fuerte, volverme un muerto, volverme quien sabía que estaba muerto, quien sabía a diario que moriría, quien dió la cara a la muerte... y ahora... ¡¿Qué?! ¡Ni de eso puedo estar orgulloso! porque entregué mi Nada, por la nada. Mi Nada... esa es mi nostalgia... qué hermoso fue estar solo y saber que lo estaba, sentir que no necesitaba a nadie, que no tenía a nadie, que no tenía nadie por quién hacer nada... a nadie a quién rendirle cuentas, a nadie a quién sonreírle, a nadie, porque tenía suficiente con mi recuerdo de alguien... ahora... ¿tendría suficiente? Si me arrebataron hasta la belleza de mi nostalgia... ya no es estético ir a recordarla a ella, a la Otra. Y menos aun recordarla a ella, a la Una. Es estético ir a otra vida, cambiar las aspiraciones, utilizar... ¡pero qué! ¡Tampoco me interesa mucho! ¡Tampoco me interesa nada, en realidad! ¡Tampoco quiero otra cosa que esto! ¡Tampoco puedo hacer nada! ¡Tampoco me interesa poder hacer lo que quiero! ¡Tampoco sé lo que quiero!
Pero me queda, amar esto: amar que me dejen por sufrimiento, amar aceptar que me dejen por sufrimiento. Amo repudiar que me dejen por sufrimiento, tambien, amo, incluso, que se haya dado todo esto hasta la médula, que cada día fuera una visceralidad, que a diario fantaseara con un violento y largo suicidio, ver mi cadáver en la silla del escritorio, las paredes llenas de sangre, sentir el frío metal de un vulgar cuchillo de cocina en mi pecho, destruirlo con dolor, llegar a mi corazón, morir... desaparecer... pero tampoco me interesa mucho desaparecer, en realidad... ante todo, preferiría simplemente, no haber nacido... ¿Estará muy aburrida mi mamá de escucharme decir eso? Ni por más que se lo dijera otras diez veces más, si ella tuviera la posibilidad de retroceder en el tiempo, me engendraría de nuevo: porque al igual que Alexandra, yo fui un instrumento para que se apegara ella a la vida... Mi nacimiento ya fue útil... planeado, siniestramente pensado. No tenía alternativa, tenía que estar aquí, tenía que gozar, tenía que sufrir, no tenía, ni tengo alternativa, no cambiaría todas las maravillas que he conocido en la vida, ni por un instante... realmente me apego a la vida por eso, porque suelo encantarme con estupideces, porque no puedo dejar de apegarme al mundo desde sus bordes, desde sus restos... es el Sabor de las Cerezas, que descubrí hace mucho y que me da flojera volver a descubrir... Nunca ha habido nada por lo que vivir, eso está claro en mí. Pero con menor razón hay algo tan destructivo por lo que morir... seguramente el cáncer, una invalidez física, mental, o el sida me llevarían al suicidio automáticamente, sin ningún titubeo. Pero no, la vida misma no... porque realmente, estoy fuera de ella... ahora, estupidamente, me he involucrado... me he involucrado porque no he sabido orgullecerme de no haberlo hecho la vez anterior, me he hechado todo sobre la espalda porque sé que jamás antes lo había hecho así y quería hacerlo y lo hice así, y el peso me llevó a las cenizas... y por más fénix que sea, sé que puedo renacer, y no quiero hacerlo, no me interesa hacerlo, no me interesa renacer de esto, sólo quiero a Alexandra y no la tengo, sólo la amo a ella y me deja... la amo por dejarme, también, porque así puede hacer algo por ella misma: yo no soy lo que debe tener ahora, porque ahora sólo puede relacionarme con un espantapájaros imbécil de su pasado. Realmente, su memoria es menos atormentadora que la mía: yo recordé a Leticia en son de fracaso, en son de todo lo que no logré, pero que realmente no hice nada... ella recuerda a un Darío que no es Darío, recuerda un objeto que perdió su función. Yo podía lamentarme de que la amaba... pero ella ¿qué? a lo más llegó a una obsesión estúpida por él, y a una obsesión tenue por mí, pero qué amor... sólo fue un objeto para ella, y yo fui sólo un anexo de ese objeto. Es insignificante lo que puede decir al respecto de una basura como esa, mientras que si yo pesara los recuerdos de la Una y de la Otra, no me interesa quedarme con ninguno ahora. Preferiría que nada hubiera pasado, no me interesa matarme, pero sí lamentarme por haber nacido... todo hubiera sido más fácil si simplemente no hubiera jamás nacido. Porque así no tendría que esforzarme por hacer aquello que no me pertenece, para sentir que valgo para alguien.
... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado
extínguete...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...
martes, 21 de agosto de 2012
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