... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

...El halarido

martes, 17 de julio de 2012

 

Luego de lograr borrar el mundo de toda experiencia posible, por unos instantes, luego de la cálida magia de un licor, un brebaje santo de alejamiento momentáneo; puedes observar el resultado de ese paréntesis triste: un inevitable momento en el que lloras, para culminar tu catársis.
La purificación corporal de un vomito, alcanzó luego la profundidad de un halarido espeluznante... realmente no lo sé, no sé por qué es que pudo haber pasado, pero, al menos, sí sé que no pensaba algo particular... sé que era una desolación general. Fue un torrente lacrimal resultante de un sentimiento de generalidad de la tristeza. Sé que no fue nada en específico, pero sí todo en general... el instante del halarido fue la culminación de una desesperación siniestra, una ira irradiante y un sentimiento de impotencia absoluta que venía arrastrando... ¿desde hace cuánto? A mi amigo, entre lágrimas le supliqué que me dejara seguir mi halarido... me hubiera quedado allí por más horas...solo... abrazando esa fría loza de baño y expeliendo la embriaguez que sufría hasta la última gota...
La imposibilidad de decifrar qué fue lo más siniestro, qué fue lo que me llevó más a la precipitación de lamentos por mí mismo, en ese instante, hace que todo ese halarido haya permanecido en el misterio, en la irreductibilidad a sus causas... y si fue insulzo ese instante del decaer... qué tan extraño fue el silencio y la calma de la mañana que le siguió... cuántos silencios cargué en esos instantes... cuánta palabra que -simplemente- no existía. No había nada más que decir... ante lo que no se puede hablar, es mejor callar... ante ese halarido siniestro y perduradero de esa noche, no sé aun qué poder decir... qué hacer, qué revelar, ni qué ocultar, ni qué poder pensar al respecto... sólo yace el silencio... "amigo, déjame sufrir todo lo que quiero sufrir" decía hasta el cansancio. Los dos sabíamos que la vida seguía, los dos sabíamos que había que guardar prudencia, que teníamos que salir del baño y dejar a la gente pasar... que tenía que fluir la noche... yo nunca me propuse interrumpirla y evidentemente todo se guardó -en la medida de lo posible- dentro de sus márgenes. Nada se interrumpió, ni nada debía interrumpirse... la noche fluyó y la mañana terminó con ella... fue hermoso despertar y experimentar ese desahogo tan profundo... tan profundo que no quedaba nada más que decir al respecto... el silencio que siguió a ese halarido, fue tan profundo... que no había necesidad de llenarlo con nada, no había contenido alguno que tuviera la necesidad de estar allí dentro. No había ni amargura, ni tristeza, ni vergüenza, ni hipocresía, ni nada bajo por el estilo, no había nada que evitar, ni a lo que unirse, estaba todo allí. Todo podía comenzar de nuevo, todo tenía un nuevo punto de inicio que partía esa noche... en que todas las fuerzas se aumentaban al infinito, luego de dispersarse hacia el exterior...

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