A veces somos nosotros quienes entonces estamos tan cansados, que no tendremos -nos parece- en nuestro pensamiento desfalleciente bastante fuerza para retener esos recuerdos, esas impresiones, para las que nuestro frágil yo es el único lugar habitable, el único modo de realización. Y lo lamentaríamos, pues la existencia sólo tiene interés en los días en que el polvo de las realidades se mezcla con la arena mágica, en que un incidente vulgar se convierte en un resorte novelesco. Entonces surge de la iluminación del sueño todo un promontorio mundo inaccesible y entra en nuestra vida, en la que, como el durmiente despierto, nos encontramos a las personas con las que habíamos soñado tan ardientemente, que ya nunca las veríamos -habíamos llegado a creer- salvo en sueños.
.·Marcel Proust·.
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