... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

El Olvido del Recuerdo II

lunes, 11 de julio de 2011

El olvido del recuerdo, ese misterioso dejar como sido, lo ya sido... esa permanente búsqueda del guerrero en busca del mañana o del instante. La forma en la que la identidad se vuelve no-ser, algo que todavía no es, algo que tiene que ser, pero ojalá mañana... El olvido es un ocultamiento de la identidad, del conjunto del alma en vista panorámica. La identidad es un imposible y si fuera posible un alma desde su totalidad temporal, sería tan aterrorizante, que nos sacaríamos los ojos con la sóla visión de esa identidad.
Ver el alma en su devenir, deformada y esculpida por el tiempo, sería, seguramente, un acontecimiento peor que la muerte. Agradezcámonos la imposibilidad de notar la identidad, la posibilidad de alejar completamente el horrorozo deseo de ser, así y sin más.
Ser, sin más, quizá sea el deseo oculto de todo ser humano... el horrible deseo de ser sí-mismo y seguir siéndolo, es lo que mantiene la dialéctica de lo irreparable.
No habría tiempo, seguramente, sin el deseo energúmeno de ser sí mismo, de ser otro del yo. Egoicidad y Mismidad, se hayan enfrentados en un torneo, donde los espectadores son los que más sufren...
El olvido del recuerdo, ese alejamiento radicalísimo del ego, de su mismidad entera... Representa el consuelo, la garantía de que nadie puede llegar a ser. Seguramente, gracias a la iracunda enfermedad de mismidad que permanecemos todos, sea la causa del movimiento. Suponer una causa del movimiento, que sea exterior a la condición propia y errabunda del deseo de ser. Ser, así y sin más, ser otro del otro y otro del yo, y otro del self. Ser en la singularidad...
Ahora bien, vale la pena hacer la pregunta por el recuerdo... ¿Qué es, realmente, el recuerdo? El recuerdo es la constancia, es la relación del instante con la propiedad del pasado... mientras que el olvido del recuerdo es el constante renovar, es el desfallecer de lo propio, de lo mismo y de lo yo, es el nuevo punto de partida, finjido y artificial a veces, que provoca el instante, el llegar a ser, propio de lo propio, en el instante... Pero a la vez, llama a ser otro de lo sido, el olvido del recuerdo es el abandono de la identidad, de la radicalidad del ego en la situación del mundo. Ser en el mundo, principalmente, es recordar, olvidar y pensar, es ser 'otro' del mundo. El llegar a ser del instante propio, ese olvido del recuerdo, es llegar a ser extraño, extranjero en su propio cuerpo y en su propia alma... es ser otro de su mismidad y de su otredad, es no ser ya en el mundo, es desvanecerse en la singularidad, en la unicidad indivisible e inapropiante, que no quiere (porque el querer es sólo recuerdo) y que no sabe (porque el saber es sólo reminiscencia). Ser, así y sin más, es vivir en el río... sabiendo que somos y no somos, sabiendo que nos dividimos en nuestra propia unidad y en nuestra propia singularidad del instante.
El olvido del recuerdo, esa 'singularidad' de ver mesas y no reconocerlas, porque conocer una mesa, es recordar qué demonios es una mesa... la ignorancia más absoluta, abstrusa, inocente e ingenua del olvido... El olvido es inocencia... sólo vivir en el recuerdo, es ser culpable. El mundo está enfermo de historia y la historia está enferma de mundo, ya no podemos seguir sin disolvernos... "En un feliz olvido de sí mismo, volver al todo de la naturaleza" como deseaba el heroico Hyperión, ese es ser y sin más, llegar a ser uno es disolverse en lo uno-otro-propio de la naturaleza, en el estar mismo...

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