... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Sonrisa, terca sonrisa

martes, 16 de abril de 2013

A veces, por la mañana, sonrío, mientra camino. Sonrío porque siento la amargura de la posibilidad de encontrarme con aquello que me horroriza y me quita la vigilia, sonrío para ocultarme, sonrío con desdén, con rabia, con un sentimiento de odio, de desesperación. Sonrío cuando mis entrañas rugen por salir de mi cuerpo, pero estoy ahí afuera, sonriendo, luciendo una sonrisa, ocultando un grito ahogado que me sigue la totalidad del día. A veces, cuando estoy dentro, en casa, me acuesto y entre nostalgias, se revuelve mi estómago y me autodestruyo con preguntas cuya solo mención me quitan la tranquilidad del alma. Me hundo en la cama, escucho música, siento nostalgia, siento deseos imposibles de volver al pasado de una mentira. Despierto de mi sueño despierto, y odio nuevamente. Me odio por desear, odio mi deseo y odio lo deseado. A veces logro salir del laberinto del alma con las bromas, ya no es una sonrisa, es una carcajada y un descalabro de locura. La carcajada y la locura me liberan momentáneamente, me llevan al olvido, a la nihilización, es decir, al abrir los ojos ante el sin sentido de esa experiencia nostálgica de una mentira. Lo disfruto, pero antes de todo eso, está la sonrisa retorcida de un loco iracundo, que amenaza con explotar en furia ante cualquier mortal. El sentimiento patético de esa sonrisa, es una vergüenza. Pero está allí, la sonrisa que me encarcela, que me enceguece y que me posee, todos los días. Cuando no me abraza y me absorve la cama, amenazando no dejarme volver a ver la luz.
Si el tormento antes quitaba el sueño, ahora quita la vigilia. El día mismo es una nebulosa estúpida y confusa de amenazas y fantasmas. La araña que teje todo este enjambre de terrores diurnos, supo lograr encadenarlos en el momento en el que no se les esperaba. La sorpresa, la indigencia, la tristeza son los modos de ser de esa sonrisa deshonesta y enloquecida que llevo durante el día, por esperar encontrarme con lo que no quiero encontrarme.
No me interesa hayar otra salida al problema, tampoco. Tan sólo quería tomarle el peso a esa sonrisa amarga, enfurecida y retorcida, que me rodea las mañanas... cuando mi libertad me encadena a su juicio vacío, a diario, y la angustia me absorve.

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