Ser un morboso diseccionador de almas, diletante en el rodeo y fanático desquisiado de la palabra que sale a rastras, desde el vientre. La visceralidad de la palabra que esconde una de esas identidades fragmentadas a causa de una perpetua ocultación. No creo en alguien que, conmigo, no esté dispuesto a encontrar esos momentos en los que se habla entre-cortado, en que las palabras no salen y en que tiene que buscar palabras, incluso crearlas, para surcar lo insondable de su alma.
Me alieno en la desocultación de mi prójimo, me alimento de ella, vivo para ella, vivo viendo esas almas que se restregan sosegadas y sangrientamente sobre el áspero piso de sus historias. Cada acontecimiento, es también una afectación y la revelación de su contenido, mediante el vehículo poco honesto de la palabra, para mí, es el alimento destructivo que necesito para poder levantarme todos los días. No podría vivir sin alguien (que no sea yo), que sepa tambalearse a mi lado, retorcerse, fragmentarse, quizá incluso, aniquilarse con plena deliberación usando las palabras de guía, para poder surcar yo también esos laberintos espirales del alma.
Los rastrojos, las sobras, la expresión de las palabras y el divagar de una conversación lo son todo: despues de ellas, y detrás de ellas no hay nada. Una conversación sólo es conversación si tiene un caracter absoluto, si se cierra y ficciona un sentido allí mismo donde se desvanece y se esfuma. Sería grotesco tener un objetivo para poder surcar la constitución sagrada/profana de un alma reveladora. Su contemplación ya es bastante trabajo, como para poder volverse un mediohacia quizás qué. Es eso, disfrutar la parcial y a veces, deliveradamente ocultadora, tendencia a revelar que tiene la palabra. Un voyeurismo anímico, un depredador de almas, un traficante de intestinos diletante en rodeos oscuros, da igual; la visceralidad de la palabra, hace ya mucho, que constituye un sentido a mi existencia... es eso, y también la levedad de la burla, el alimento de la sospecha, el detrimento de los prejuicios comunes y la aciaga aniquilación del optimismo lo que me mantienen aun en pie. ¿Qué más pedir de alguien que se confinó fuera de la vida de los pro-yectos? ...
...Aunque... lamentablemente esa vida de renuncia cayó en corrupción... desde el horizonte, ahora, cada vez veo más cerca, la irrisoria dinámica del proyecto, acercándose a mi vida de errante y bicéfalo. Ya caminaré cerca, una vez más, de la vía de la Verdad... esto, sólo cuando tiempo y cambio vuelvan a unirse, cuando... por fin, el sentido se haya restituido...
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