Nadie, ni nada, es legítimo. Todo es ilegítimo y por ello, todo corre por la necesidad de legitimarse, legitimar su vida, su libertad, su dignidad, incluso, su misma existencia. Cada existencia es, completamente, injustificada.
La legitimidad no es lograda, sin una legitimación, sin una acción que, con un mecanismo de fuerza, debe retorcer la realidad para lograr una legitimidad. Pero, ya que estamos hablando de la legitimidad... ¿Qué es la legitimidad? Por supuesto que es un límite, es un tope, es una gran barrera... ¿entre qué? ¿entre la estabilidad y su violación? ¿Estabilidad? ¡Qué extraña suena esa palabra! La legitimidad se da respecto de cierta identidad, es decir, respecto de la particularidad y singularidad de un ente y sus límites. Sus límites, decíamos, son como barreras... cabe pensar, que las barreras no son la única forma del límite, el límite, siempre, está a medio construir, el límite siempre está borroso y la actividad de la legitimación, es por ello, tan trascendente en el orden de la realidad, que es la actividad más frecuente, y es la forma de extender y distender los órdenes de la identidad que conforman los entes. Un ente, que es por sí mismo particular, pero que debe guardar esa particularidad para no mezclarse con el resto, para no ser propiedad de quién no sea él. La legitimidad, a fin de cuentas, es imposible desde la facticidad humana que co-pertenece con el mundo y co-está con los otros... pero es una ficción que todos debemos resguardar, a como dé lugar, es una de nuestras quimeras más interesantes, pues ¿Cómo puede ser una identidad pertenecientes al orden de los límites más acá de lo borroso? (qué es lo que queda más allá de lo borroso, es un tema ineludible, pero es caldo de otra sopa...) La singularidad se resguarda desde la acción de la legitimación, mediante el arrebato constante de la invasión de los límites.
¿Cuáles son las formas de la legitimación? No quisiera finjir que pienso desde la universalidad... no veo sub specie aeternitatis, entonces, hablaré de las formas de la legitimación vivenciadas, el contenido de la consciencia que me aparece como siendo, la acción de la legitimación está en un orden temporal: t1, La experiencia de la invasión, del acaparamiento, de la emanación de identidad, de creación del signo propio y la impronta de él, en lo otro. La expansión, la división y conquista del territorio deslegitimable o ya deslegitimado; t2 la posterior exclusión del orden de apropiación del signo, la impronta de lo propio en lo otro no aparece en un orden de apropiación honesta, sino que, muy por el contrario, debe mantenerse la impronta y la conquista, sin dejar el paso para que el signo, el signo que señala, señale al uno en/desde el otro, pero nunca, que se confunda el uno legitimado con el otro deslegitimado; t3 es la fase de radicalización de la impronta señalada al uno, desde el otro, hasta el punto en que el otro, completamente dividido, cae en la cuenta de su división, pero la acepta... es semejante al síndrome de Estocolmo, ya que es el momento, en el que la víctima dividida y secuestrada, lleva su señalamiento al otro, incluso, en los órdenes de la adoración, veneración y respeto (las formas de la agapé...) y el uno señalado, consiente en la construcción de un altar, en la obra monumental de la acción legitimadora, desde el otro.
La legitimación, entonces, es un tema de territorio, es un conflicto de fuerzas que luchan por la unidad y esta unidad del uno, sólo se logra desde la multiplicidad de la conquista... Evidentemente, el eros, ese tipo de amor, jamás puede volverse a las formas de la legitimación, su acción consiste en la unidad, desde la experiencia del desgarre y la co-pasividad, la co-acción del uno con el uno, el uno con la una... Los límites, simplemente no existen, la legitimación no corresponde a las formas del eros. El eros, al estar en los estadios de la co-acción, se resiste a todo tipo de legitimidad...
... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado
extínguete...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
entre gritos de silencio, pero extínguete...
a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...
He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...
miércoles, 23 de noviembre de 2011
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