... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Anatomía de la sinvergüenzura

sábado, 22 de octubre de 2011

 

Mirar con esa cara, que expresa la sospecha de que te sospechan, con ese rostro que revela la intención de no querer revelar verbalmente, lo que se revela con la mirada de la complicidad. Revelar el ocultamiento, pero deslumbrándolo, haciéndolo patente, en un ocultamiento luminoso, una mirada pútrida de ideas inmundas o llenas de lo inconfesable...
Siempre ahorrando palabras, expresándolas con risas picarescas y con la profesionalización del rodeo... haber perdido, completamente, la desfachatez de ocultar lo oculto... y mostrarlo en su luminosidad... trocando lo que es privado, en público... pero ni tan público, sólo para hacer que lo público, vuelva a su privacidad sagrada de la que proviene.
Lo sagrado de ese privado, no es el de la propiedad, ni el del sujeto solipsista... es el privado, no de negación de la alteridad de lo público, sino que es lo privado que es condición de posibilidad de lo público... es lo que hace que el espíritu crezca tanto, que tenga que chorrear a todas partes... como esa abeja nietzscheana, que se siente tan satisfecha, de demasiada miel que debe ir... y repartirla.
Privacidad y propiedad, nos han seguido intrínsecas (desde que dejamos la edad media) como la forma ideal de una sociedad cualquiera... pero cuando la propiedad se haya relativizada, incluso algunas veces, anulada, esa privacidad sóla, que ya no va de la mano con la propiedad, huérfana de presencia, se va al ser de lo público.

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