... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Más pestes sobre el recuerdo...

viernes, 9 de septiembre de 2011

 

Cuando ese traer a la presencia, ese enfrentar la ausencia, se vuelve la medida del tiempo en el que está detenido, entonces el hombre deja de ir hacia sus hacia's, se vuelve olvido del olvido... el olvido del olvido se encuentra en el recuerdo que evade el futuro. El olvido del olvido es el recuerdo sin futurición, que se queda vacío de pro-yecto, que no se arroja hacia adelante y se alcanza... sino que se arroja hacia el adelante del atrás, cayendo en una oscura paradoja, y un estancamiento en el hombre, que es sólo pro-yecto, facticidad y posibilidad, se vuelve regresión, pero regresión no a un pasado, sino que a un presente impropio, un presente pasado y no al presente pro-yectado, no el presente a hacer en sus posibilidades, y aun menos de las posibilidad de sus posibilidades.
Si el existente humano va al hacia del hacia, en el olvido del olvido, ese recuerdo estancante, se vuelve hacia el hacia intra-yecto, ya no pro-yecto. El hombre se hunde en su mismidad, en su yo y luego de entrar, las posibilidades de salir se agotan rápidamente. El futuro ya se vuelve recuerdo, se vuelve un tiempo de segunda mano, una infinitud insondable en la que el producir se vuelve un mero soltar de sí, como quien deja un yo a pedacitos para encontrar su camino de vuelta... pero de todas maneras se pierde. Esta experiencia de lo fragmentario del yo en el tiempo, de una unidad perdida a cada instante se vuelve la complejidad de la contextura humana que se enfrenta a la nada... y con ello se angustia. Al ver dentro de sí, no ve más que tiempo, no cambio... y ese desvínculo, disuelve totalmente la identidad... el yo se fragmentó, y la mismidad ya sólo se puede autorreferir... La mismidad debe ir a la siga del yo, debe fragmentarse, pero no lo hace, se pierde en su totalidad y no mira más a lo infinito...
Se vuelve todo una continuidad de accidentes sin materia... se desliga el ser del ente... y la ontología se vuelve un imposible...

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