... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

...Aprender a...

sábado, 21 de mayo de 2011

Para aprender a vivir, lo principal que hay que aprender es a sufrir, si es que no lo único. Extrañamente, esto sea quizá lo que excluya a la gente de saber vivir. Tener el axioma innegable, de que no tienen por qué pasar cosas extraordinarias y geniales en la vida. La vida tiene todo el derecho a destruirnos hasta lo más profundo de nuestro ser. La vida tiene derecho, hasta, de hacernos. Cuando algo horrible sucede, es natural, es predecible, es legítimo, es lo que tenía que pasar. Pero cuando ocurre algo hermoso y bello, debemos sorprendernos y saltar de alegría, ha ocurrido algo que nos va contra natura.
Saber que vivimos en una caja oscura, y por lo tanto, saber maravillarnos de las pequeñas centellas de luz que hay en esa infinita oscuridad, es saber vivir. Por otro lado, están los que viviendo un sinfín de miserias y habiendo caído al vacío de la angustia, tratan de ver miles de luces en esta caja oscura y cuando esas excepcionales chispitas de belleza aparecen, no saben absorverse completamente a esa vacuidad de sentido, a esa arbitrariedad del mundo, a ese desorden que nos produce placer, encanto y éxtasis.
Vivir hasta la última gota de sangre, sabiendo que eso es lo que pasa, eso es lo que nos espera por naturaleza, un cruento dolor, que nos retorcerá hasta el infinito y que no nos dejará sin aliento. Desgraciadamente, nadie muere de sufrimiento. Pero hay quienes mueren por cándidos, por engañados, por ingenuos, el optimismo mata y hay que tener mucho cuidado.
Pero no vale la pena quejarse sobre esta cantidad de males, ya decía Cioran: "Ser es estar acorralado". Desgraciadamente no vale la pena avocarse a ese absoluto no ser, a ese estancamiento del éter fogoso constante del sufrimiento que subyace a toda sustancia. Y aún no se ha difundido esa panacea del agua de alquitrás, que pueda sanarnos de todos nuestros males y aún nuestra alma no ha llegado a la concordancia absoluta con ese éter fogoso, que es el cambio, y así nos permita la armonía. Aún no ha llegado y quiero y no quiero llegar a ese éter.
Quiero, pues la concordancia del alma con ese éter fogoso permitirá la felicidad; pero creo no estar muy seguro, acerca de si quiero la felicidad... por lo general pienso que lo último que quisiera es ser feliz. Pero cuando en vez de querer ser feliz, soy simplemente feliz, me encanta estancarme, en el contacto con ese éter fogoso subyacente. Pero ¡Qué demonios importan esas cosas!
No vale la pena creer en nada. Y no hay saberes, sino creeres, así que no vale la pena creer ni en panaseas, ni en técnicas para vivir, ni si quiera hay que pensar mucho en vivir. Despues de todo... ¡A quién le importa! Vivir es de lo que más escapamos, ponemos metas, desplazando el vivir a la posteridad, lo cual no es vivir. Decimos que vivir es eso que hemos hecho una vez sintiéndonos bien. Entonces vivir es memoria, recuerdo, es sólo un regreso de lo irreversible, por lo tanto un trágico error. Y cuando se vive en el presente, uno no necesita saber, ni creer nada, porque eso es memoria, es pasado, es historia... entonces ¡qué diablos! Ni hay, ni habrá una forma legítima para aprender a vivir. Pero quizá aprender a sufrir valga la pena...

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