... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

Maldición bicefálica

domingo, 13 de marzo de 2011

 

Completamente despierto, o fue el mate, o fue Buenos Aires o fue la muerte que siempre sigue de una noche con algo de vida...
Lo terrible es vivir detenido, por más que la muerte se mueva, por más que la inercia se perpetúe y los viajes y las nuevas experiencias abunden... la vida está detenida.
Esto no puede solucionarse, sólo queda a esperar que el esperar mismo desespere.
O esperar la rapidez... que según la matemática existencial de Kundera sería proporcional a la intensidad del olvido.
Lentitud... muchos momentos, pero ningún instante.
Lentitud, seguridad, un camino, una vía, ese camino en el que florecen las espinas y que termina en la cruz... Camino seguro, sin ninguna esperanza de un dulce extravío. Lamentablemente ya no se puede esperar, hay que saber pagarle a la vida. Hay que cobrarse el vuelto, también.
Si uno paga la vida, debe ser por medio de la inanidad absoluta, el solipsismo puro que arraza con los sentidos llegando a un paroxismo de la quietud absoluta... sentir que el cambio es un mito ya.
Detenerse y recordar no son cosas distintas. El recuerdo es esa forma en la que vivimos lo que no es, sino lo que fue. El olvido es ese avance, esa rapidez, esa constancia absoluta que va hacia la nada.
Afortunados los que olvidan tan rápido, jamás pueden creer ni en lo que ellos dicen, pues habitan el devenir. En cambio, quien jamás olvida habita el no-ser... esto porque no piensa, el pensamiento no es memoria es la audición que tenemos de la voz del ser... y me arriesgaría a decir que el pensamiento habitaría la perfección, si la memoria no habitara este mundo.
El que olvida es un bicéfalo, puede ser muchas personas. El que recuerda es siempre una unidad... un sólo tormento y una esperanza imposible, puesta en un porvenir que jamás vendrá. ¿El regreso? El regreso no existe.
Sólo existe la inmanencia ínfima del instante... tan terrible que no puede prolongarse más allá de su propio desarrollo.
Deberíamos saber que ni el pasado es tema, pero aun peor es hablar del futuro. Hablar del futuro es intrínseco a hablar del cambio, y hablar del cambio es tomar un accidente del tiempo... El tiempo, en nuestra época, se ha vuelto esencial... el cambio, es ya apenas un accesorio temporal.
Trícefalia, bícefalia, etc. tales son los nombres de la felicidad... habitar el no-ser absoluto, jamás ver lo que es, ver sólo lo invisible... aquello que llaman lo mejor.
No, ni los lamentos son para la vida, ni la vida es para lamentarse. La vida es un asunto de interés egoísta que hemos inventado para protegernos a nosotros mismos. Pero la vida no es más que una muerte en potencia... la vida jamás está cerca del acto puro, pero la muerte sabe obtener la mayor cantidad de absorción ontológica... La muerte en acto puro es más posible que la vida en acto puro... y curiosamente la vida en acto puro y la muerte en acto puro, si son imaginables, se encontrarían en la misma situación: asesino y víctima.

.•Hliðskjálf•.

0 lanza en mi costado: