... y como dijera Borges: a por la sombra de haber sido un desdichado

extínguete...

entre gritos de silencio, pero extínguete...

a ti te dedico el alfa y el omega de todas mis golgotas nocturnas...


He de sobrevivir a todo, aunque el hecho de morir en tus labios silentes, en tu mirada que no mira, en tu alma que no ama... me atrae más, quizá más que toda esta soledad. No importa: la arrogancia revertirá...

La caída, la bofetada: seca.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

 

¿Cuánto tiempo hace que no he dicho que todo no tiene sentido?
Ya se me hace una eternidad... Todo no tiene sentido
Vivimos en pos de un objetivo y al alcanzarlo, nos vemos totalmente desencantados, somos víctimas de una esperanza ciega, que se manifiesta como nuestra voluntad de vivir. Por más que hagamos lo que queremos, y nos maravillemos en el transcurso del proceso voluntario, somos víctimas del sufrimiento. Vivimos bajo la experiencia del vacío, eludimos la muerte, la nada, el sufrimiento durante un tiempo y ya se nos impone, se nos presenta, quedamos frente a ellas y no podemos eludir su infernal radicalidad.
No podemos más que hacernos los ciegos, incluso el pensamiento al descubrir su vacío, sus limitaciones, su propio infierno; retrocede, llega hasta el punto inicial y nos volcamos al mundo nuevamente.
¿Qué podría haber que nos libre del terrible devenir? ¿Podemos escapar de la voluntad y llevar una vida contemplativa? pareciera que nuestra alma, tuviera un carácter netamente autodestructivo...
Un tormento eterno, es la existencia, es este terrible ser-en-el-mundo. Por más que escapemos a lo que llaman 'felicidad' encontramos en el último fondo de ella, el infernal rostro de la Desesperación.
Belleza, forma, contorno, es el antidoto... pero la búsqueda insesante de la trascendencia y ver que cada vez que la tenemos en nuestras manos se nos vuelve a escapar es terrible: ese escapar es lo que llamamos filosofía.
Cada vez, se dispersa más la multiplicidad, pretendiendo negar la unidad. Cada vez lo desconocido y la experiencia de lo innombrable, es una cruenta limitación de nuestra aprehensión del mundo, pero nadie llora por no saber de qué manera se originó el mundo. Lloramos, porque sabemos qué radicalidad tiene en nuestra forma de concebir el universo que seamos producto de un accidente, una casualidad, un punto fortuito en el espacio donde se origina una explosión calurosa de la que se origina la totalidad de lo ente...
¿Cuántas vidas tenemos para el lamento?
No puede haber peor punto, no puede haber peor suceso que la producción de la vida. La autopoiesis ... Qué descubrimiento más atormentador de que nos hayamos creado, nos inunda de responsabilidad...
Cuánto me gustaría creer ser creado. Cuánto me gustaría creer que el universo es una creación...
Pero sólo me gustaría creerlo para poder eludir la radicalidad de nuestra responsabilidad... Sólo para justificar mi existencia, ¡Dios lo quizo!
La verdad es que ni siquiera yo quise, conscientemente. Aún así, a todas luces, viviría este tormento una y otra vez... ¿Por qué?
Sólo por la aprehensión y la apertura a la belleza, al placer a la vida. Somos accidentes, nuestra existencia aquí es totalmente carente de sentido. Pero podemos disfrutar esta casualidad de existir, podemos gozar incluso nuestros más profundos sufrimientos...
Podríamos apreciar incluso la belleza que tiene el cadáver de un perro en un bandejón central, reír: si, no tiene sentido.
Nacemos llorando, y dormimos sonriendo. Padecemos ante un mundo que nos hemos construido, para eludir el placer de la naturaleza. Luego morimos y al fin, somos Uno con todo lo viviente... pero en forma de abono.
Vivimos una existencia que ante todo es ridícula, incluso podemos reírnos del sin sentido, de cada uno de los objetivos de cada ser humano: ninguno tiene sentido.
A lo sumo, será recordado por unos doscientos años, a lo mucho, afectará a un país. A lo mucho pasará.
Realmente, no hay nada que sea hacible , no hay acto alguno que tenga sentido, para alguien más que no sea uno mísmo. El individuo debe reconocerse como tal: un sólo. No vivimos para los demás, vivimos con los demás. Pero cuando eludimos esa radicalidad, vivimos en una búsqueda incesante de cosas, que no dependen de nosotros y no hacen más que quitarle el sentido a nuestra existencia.
No hay mejor acto, que el que no se hace. Vivimos pensando una revolución en el mundo, porque eludimos la revolución que más vale: la que se da dentro del mismo individuo.
Esta es la revolución eterna, pues eterna es la vida. Lograr la aceptación de sí en un grado sumo es la iluminación más profunda... buscarla es el objeto único de nuestra existencia.
Claramente si alguien lo encontró, no existiría civilización...
Debemos exterminar la sociedad, el mundo es lo suficientemente grande como para vivir sólos...

.·Hliðskjálf·.

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